David Foster Wallace, quien era un genio, habló de cómo pensar demasiado en tu propia inteligencia te puede acabar como escritor.
Dijo que el mejor atributo que un escritor puede tener es ser igual a los demás.
La obsesión con la inteligencia es paralizante.
Porque te pone un peso encima que no es necesario cargar.
Esta obsesión empieza cuando asumimos que los escritores de obras maestras eran genios.
Otros usan esa palabra con tanta frecuencia que es fácil convencernos de que el elemento necesario para escribir bien es ser un genio.
Pero casi nadie es un genio. Y digo eso técnicamente.
Menos del uno por ciento de la población mundial tiene un CI más alto que 130 puntos.
Y aun así esas personas no califican como genios.
Así que lo que creo que David Foster Wallace estaba diciéndonos, es que ser un genio solo sirve para angustiarse por ser un genio.
O para pasar horas angustiados por averiguar si nuestro nivel de inteligencia será suficiente para escribir una obra.
La verdad es que es mejor no ser un genio y solo escribir.
El resultado va a ser el mismo que si descubres que si eres un genio.
Tu obra no se va a transformar automáticamente en una obra maestra solo porque tomas un test de genialidad y sales positivo.
Es más importante ser sabio que ser inteligente.
Y para ser sabio, el primer paso es aceptar que hay otras personas mucho más inteligentes que nosotros.