Las películas de monstruos fueron muy famosas hasta la mitad del siglo veinte, a pesar de que los efectos especiales no eran muy sofisticados. Los espectadores se impresionaban viendo un simio gigante trepando un edificio, mientras sostenía a una mujer en su mano. No les importaba que este simio se moviera como si tuviera ataques de epilepsia cada vez que daba un paso.
El auge de estas películas fue en los años cincuenta. Debido al miedo que la gente tenía a las bombas atómicas y a la radiación, películas con insectos gigantes o seres mutantes empezaron a plagar los cines.
Luego hubo una saturación y las películas se volvieron repetitivas. Todos sabían de memoria la fórmula, por lo que estas películas fueron perdiendo su encanto.
Tuvieron que pasar muchos años, hasta el invento de los efectos especiales por computadora, para que este subgénero tenga una segunda oportunidad.
Los buenos directores de terror aprendieron durante ese tiempo que no hace falta mostrar el monstruo para provocar terror. Usaron el sonido y la psicología para suplantar la falta de efectos especiales.
En la película Cloverfield (Reeves, 2008) por ejemplo, el terror se va acumulando porque no vemos al monstruo, pero escuchamos sus rugidos y los disparos y explosiones del ejército tratando de neutralizarlo.
Como el punto de vista es en primera persona, vemos a través de los ojos del protagonista la destrucción que va dejando a su paso. Cuando finalmente lo vemos sabemos que es invencible; su forma es irrelevante y los efectos especiales no son lo más importante. La tensión acumulada en las escenas anteriores es lo que provoca miedo.
Por eso tienes que aprender a no mostrar el objeto del terror. Es mejor ver las consecuencias, la destrucción y el daño.
Un monstruo es un ser que nos va a provocar dolor a nosotros y a las personas a nuestro alrededor.
Piensa en un asesino. Imagínate que escuchas en las noticias que un asesino ha escapado de la cárcel y la última vez lo vieron por tu barrio. Luego escuchas un grito en la casa de tu vecino. Luego silencio. La cerradura de tu puerta empieza a girar…
Ese es el efecto psicológico que debes crear. No necesitas ver a este asesino para crear terror.
La película Cloverfield va construyendo este terror en cada escena. Desde el mundo normal y feliz de un grupo de amigos y novios que se aman, hasta las escenas finales donde hasta los militares huyen despavoridos de este ser.
Además si no lo muestras, no gastas dinero.
Haz un ejercicio:
Filma solo el rostro de una persona, no lo que la persona ve.
Usa cambios de luz e intercala planos cercanos y lejanos.
Usa el sonido y las reacciones de la persona para contar la historia.
Hagas lo que hagas no muestres al monstruo.
Si muestras el contra plano, úsalo para crear tensión. Muestra oscuridad o formas poco definidas: Una puerta que se abre o un clóset oscuro.
Aprende a crear terror solo con estos elementos básicos. Luego cuando sepas cómo hacer eso, puedes dedicarte a aprender efectos especiales, que no son nada más que adornos de una obra bien ejecutada.